El programa es desarrollado por investigadores del INTA, Conicet y la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Se trata de una consultoría nacional que surge del proyecto ProCLIMA-AR, un convenio de cooperación entre Argentina y Alemania. La financiación es alemana, explicó el doctor en Ciencias Forestales, Mario Pastorino, investigador del INTA y Conicet. Esta consultoría cuenta con la participación de más de 20 investigadores de 10 provincias.
Sucede que en los últimos años, planteó, se ha generado información a nivel académico sobre la restauración de bosques, pero hoy la idea es volcar esos conocimientos a protocolos prácticos basados en las diversas ecorregiones del país.
Hay prácticas distintas para cada ecosistema del país. Por ejemplo, en una restauración y plantación en un bosque quemado de cipreses y coihues: ¿qué especies se pueden plantar y de qué manera?, ¿cómo proteger el suelo de procesos erosivos como lluvias y vientos, cuando se ha perdido la cubierta vegetal por incendios?, planteó el ingeniero forestal.
Mencionó que, ante los incendios en Patagonia, por ejemplo, es conveniente no remover el material quemado a fin de que proteja al suelo de procesos erosivos y a las plantas que se implanten en forma natural o por el hombre. Todas esas decisiones deben ser tenidas en cuenta cuando se lleven adelante programas de restauración.
Pastorino, responsable del programa en Patagonia, insistió en que si bien hay conocimiento, no está compendiado en una bibliografía de usos prácticos para los tomadores de decisión.
Los investigadores ya comenzaron a trabajar en equipos integrados por referentes regionales en restauración y tienen un plazo de seis meses. El desafío es elaborar un manual, un catálogo de prácticas y proponer normas y reglamentaciones basadas en la restauración de paisajes forestales. Esto se podría incorporar a la Ley Nacional de Bosques que no toma en cuenta el concepto de paisajes forestales, acotó.
Advirtió que los investigadores revisan la bibliografía académica y aquella llamada gris: Hablamos de las publicaciones de divulgación, los reportes técnicos acerca de experiencias de restauración, es decir basadas en el conocimiento empírico que son puente de información. Se trata de ver qué cosas funcionan y cuáles no.
Las problemáticas son diversas en cada región del país. Chaco, por ejemplo, está fuertemente impactado por la deforestación y la degradación por la carga de la ganadería en las últimas décadas. Hay desmontes ilegales que se pueden recuperar, al igual que en las selvas de yungas en Jujuy, Salta o Tucumán. En la selva misionera hay actividad intensiva de la producción donde se hacen desmontes pequeños para cultivos por pocos años, describió Pastorino.
Patagonia, en cambio, ha sufrido el impacto de los incendios forestales, aunque la presión de la ganadería también está presente. Se puede hacer un uso ganadero de sitios de bosques bajo ciertas reglas o prescripciones técnicas que permitan que sea sustentable. Muchas veces, esto no está: hay un manejo intensivo y sin cuidados que degrada al bosque, señaló.
En relación al concepto de paisajes forestales, Pastorino agregó que se dan diversas situaciones. Por un lado, mencionó, se trata de implementar proyectos de restauración en el bosque natural -que no tiene intervención directa del hombre-, con la finalidad de que vuelva a la condición previa a la degradación. Pero, además, hay situaciones de paisajes forestales culturales que han sido modificados por los hombres. En este caso, no se trata de mantener un paisaje forestal sino rehabilitar el paisaje cultural, como fue el caso de Mallín Ahogado, en El Bolsón, tras el incendio. Se intenta que las chacras y la producción se mantengan, pero con árboles.